QUERIDAS CALVAS:

El pelo le llegaba hasta mitad de la espalda y brillaba. Brillaba como las estrellas, como la luna en una noche de verano, como los reflejos destellantes del mar Mediterráneo. Cuando asentía, un oleaje carmesí, una vida propia. Una larga melena, frondosa, preciosa, etc, etc, etc.

D.E.P. Melena

Ah, el ideal de belleza. El cuerpo perfecto (el de moda, el del momento), una cara fina o redonda, sin imperfecciones, un cuello de cisne enmarcados por un precioso y perfecto pelo. Querido, alabado, pelo. No te echo de menos. O al menos eso me repito cada vez que te veo escasear. Querido, alabado, pelo. Cuánto daño haces y cuántas alegrías traes: aceptación, alabanza, belleza

Este ideal de belleza es pequeño, claustrofóbico y no hay espacio para muchas. Como, por ejemplo, las calvas. ¿Qué pasa con las calvas? Diréis. Y yo os contesto: ¿Qué pasa con las miradas indirectas al cuero cabelludo expuesto e irritado (mis ojos están aquí, señora) o con las otras, las peores -o no- miradas de pena? (¿Qué le habrá pasado? Pobrecita, será alguna enfermedad?). Y parece que todo mejora, y parece que no: ¡Enseño la línea de mi pelo y es dos centímetros más ancha de lo normal! Ah, ¡Pobre! 

Pobre... pobre soy porque me falta el dinero. Precaria, quizá (puede, seguramente). Y a veces me miro las piernas y me miro los brazos y me miro ahí a bajo y pienso que ya os podríais caer vosotros. Y me miro la barbilla y me miro la nuca y pienso, estáis saliendo dónde no es. Pobre, pobre soy, pero por otros motivos. Por vivir en un sistema que me oprime, quizá (si, seguramente).

No quiero tu pena, no quiero tu apoyo. Quiero que me aceptes. Quiero que me mires y me veas. Que soy, no estoy.

No soy pobre: soy calva; no estoy calva: estoy pobre. Y ¡Es normal, queridas alopécicas! (lo dice mientras se hace baños de aceite de ricino, mientras se lava el pelo con champú anticaída de romero, mascarillas, pilexil, vitaminas. Cuando se alegra porque le han salido cuatro pelos, cuatro pelos que se le acabarán cayendo cuándo vuelva el estrés). ¡Es normal tener poco pelo! (Pero me duele. Me desencaja. Soy motivos de burla. Lloro por las noches y sueño con la melena brillante, brillante, brillante que tuve una vez y que sé -lo sabemos todas- que nunca volverá. Claro que no).

No somos perfectas. La redondez de mi cráneo no lo es. No soy simplemente guapa, soy mucho más. Soy una mente que piensa, que crea, que escribe. Una mente libre de pelos, una mente cambiante, compleja contradictoria. 

Soy calva y no pasa nada. No pasa nada, aunque luche contra ello, lo acepte, mejore, empeore, me rape, me tiña, me ponga pelucas, pañuelos o simplemente no haga nada. 

Comentarios

Entradas populares